La Búsqueda de la Semejanza Extrema
La historia del retrato quizás haya comenzado con Plinio el Viejo, escritor y naturalista romano del siglo I. Plinio escribió sobre la historia del retrato en su libro XXXV de la “Historia Natural”:
“Que la pasión por los retratos existió antiguamente, ya ha sido probado...” (1)
Sin embargo, quizás uno de los textos más interesantes de los parágrafos de Plinio es el siguiente:
La pintura, que transmitía a la posteridad el parecido más perfecto de las personas, ha caído en desuso. Se consagran escudos de bronce, efigies de plata; insensibles a las diferencias de las figuras, se cambian las cabezas de las estatuas y sobre esto, desde hace tiempo, circulan versos satíricos; es esto tan cierto que todos prefieren prestar más atención a la materia empleada que al parecido. Y no obstante, las galerías se adornan con viejos cuadros y se buscan efigies extranjeras. Pero lo apreciado no es otra cosa que el metal de la efigie, sin duda a fin de que el que la herede la destruya o que el lazo de un ladrón se apodere de ella (…).
Plinio el Viejo
En su libro Ante el Tiempo, Georges Didi Huberman cita las palabras de Plinio el viejo y menciona su tristeza por la pérdida de una “semejanza extrema”, una dignidad de las personas que ha muerto.
¿Pero cómo es esta dignidad, este parecido más perfecto que transmitía la pintura para Plinio ?
¿ Cómo es la pintura que transmitía esta semejanza extrema frente a una que no logra hacerlo?
Es pertinente recordar que la aristocracia romana utilizaba las maiorum imagines o máscaras mortuorias para honrar la memoria de sus antepasados. Tras exhalar el pater familias su último suspiro, un escultor sacaba el vaciado del rostro del cadáver y el positivo en cera del mismo, que se pintaba procurando que la pintura imitase lo más cerca posible los colores del rostro. (2)
Para Huberman, este es el rito que Plinio añora, un rito donde la pintura actúa no a través de la distancia óptica de la representación ( del retrato) sino en el contacto con el rostro. La pintura de Plinio (imaginum pictura) como materia que transfiere la imago: el parecido más perfecto.
insensibles a las diferencias de las figuras, escribe Plinio. La figura muere en lo figurativo de la pintura, pues la figura es la forma sensible tomada en la sensación que actúa inmediatamente sobre el sistema nervioso que es la carne. (3)
La pintura que reclama Plinio es una especie de contacto con lo inasible, un ritual religioso (re-ligare).
Pintura-rito, como esos retratos de el Fayum que se pintaban en tablas de madera y cubrían el rostro de momias de la provincia romana de Egipto.
La historia ha sido testigo de la búsqueda de esta figura desaparecida: fantasma del origen. Muchos pintores y pintoras han querido encontrar en su pictura aquél rostro extraviado del ser humano.
Muchos y muchas han querido destruir la representación para liberar una semejanza más profunda:
¿Cómo hacer para que lo que pinto no sea un cliché? Habrá que hacer rápidamente marcas libres en el interior de la imagen pintada, para destruir en ella la figuración naciente y para dar una oportunidad a la figura, que es lo improbable mismo.
Gilles Deleuze.
Se trata, en todo caso, de destruir el lugar de lo conocido.
Referencias.
1.- Sancho, J., Plinio el Viejo, Historia Natural (ca.77 d.C.), recuperado de https://sancho70art.wordpress.com/2014/06/29/plinio-el-viejo-historia-natural-roma/
2.-Elvira, M., Blanco, A., Las Maiorum Imagines, recuperado de https://www.artehistoria.com/es/contexto/las-maiorum-imagines
3.-Deleuze, G., Francis Bacon, Lógica de la sensación, Madrid, Arena Libros,2013,p.36
Komentáre