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Post Fotografía: ¿Cómo cuestionar la tiranía de la imagen en la era digital?

Pareciera que ponerle el prefijo “post” a toda clase de conceptos está muy de moda en nuestros días. Así, la “post” modernidad ha traído consigo un sinnúmero de epílogos abstractos tales como la “post” verdad, la “post” filosofía, “post” política y, para delicia de los artistas visuales y filósofos de la imagen, la “post” fotografía que, al trascender la naturaleza restrictiva de una sola técnica, se amalgama de lleno con la “post” imagen en general.


©Chen Nong, Water Lily Series #3, 2006-2007


La verdad, es que a simple vista todo esto de la postfotografía suena a una especie de discurso rebuscado, academicista y con innecesarias pretensiones eruditas para explicar un fenómeno sencillísimo: antes tomar fotografías (o capturar imágenes en cualquier medio) no era tan fácil y se trataba de una actividad reservada a un grupo de artesanos, artistas o especialistas, a determinados momentos importantes y a cierta clase social... y ahora, todo mundo se puede hacer veinte selfies al día y subirlas a redes sociales junto con otras veinte fotos de su desayuno y su café del Starbucks. ¿Qué tiene eso de interesante en sí mismo como objeto de estudio? ¿No es una simple, natural y lógica consecuencia del avance de la tecnología, y nada más?


Pues no. Resulta que el concepto de postfotografía no sirve nada más para impresionar en las reuniones intelectuales. De él pueden desprenderse infinidad de líneas de análisis que nos ayudan mucho a entender cómo nos impacta a todos, en nuestra cotidianidad, el hecho de que la imagen se haya convertido en un medio perfecto, ubicuo e inmediato tanto para que las tiranías ideológicas, políticas y económicas de la posmodernidad tengan un transporte cómodo y eficiente, pero también para que las contrapropuestas del arte y la crítica social se hagan presentes. La omnipresencia de la imagen sirve, así mismo, para tener una visión global de cómo evoluciona una sociedad en su conjunto.


Junto con la filosofía de la imagen, entender la era de la postfotografía es fundamental no sólo para los fotógrafos contemporáneos, los artistas visuales y los académicos que ganan becas en universidades de renombre. Si todos entendiéramos el poder verdadero de la fotografía en la postmodernidad, quizá el tejido social podría comenzar a esgrimirla como una de las mejores herramientas para luchar contra la inercia de la deshumanización, la aceleración maníaca y la fugacidad consumista que nos acechan desde todos los flancos, entre otras cosas.



¿Qué es la postfotografía, exactamente?


De acuerdo con Robert Shore, la postfotografía, más que ser un movimiento, una tendencia o concepto definible dentro de límites estrictos, es un momento en el cual la imagen comparte un contexto social y tecnológico determinado por los alcances de la era digital. En otras palabras, si antes era “pienso, luego existo”, hoy nos enfrentamos al “documento, luego existo”.


Esta concepción es curiosa, sobre todo cuando la contrastamos con el hecho de que, si bien pasamos el gran parte del tiempo tomando fotos de nosotros mismos o de lo que nos rodea como verdaderos obsesos (o consumiendo las imágenes que los demás comparten obsesivamente), han quedado muy atrás los días en los que nos juntábamos en la sala a mirar con nostalgia el álbum de fotografías familiares de nuestra abuela, o sometidos a proyecciones de las fotos de las últimas vacaciones a Europa de nuestros amigos. La actividad de sentarnos exclusivamente a observar pruebas documentales de nuestro pasado con fines emocionales, ha quedado casi en su totalidad en el pasado, privilegiada, si acaso, en el contexto de esa otra actividad a la que comúnmente denominamos “estalkear” a alguien, y siempre constreñida a lo que ese alguien haya decidido mantener como público en redes sociales.


Así, por un lado producimos imágenes a velocidad récord para gritarle al mundo lo que somos y lo que tenemos; para construir la idea que queremos proyectar de nosotros mismos, y por otro, cada una de esas imágenes pierde cada vez más valor como objeto de anclamiento individual al pasado o a la historia personal. Lo que importa es el presente, el aquí y el ahora. Y la postfotografía nos permite transformar la realidad en una especie de lenguaje que nunca deja de hablar, pero que no parece dejar ninguna huella permanente en nuestra mente. La postfotografía, de hecho, se parece mucho a un “bla, bla, bla” sin sentido en sí mismo pero con objetivos muy claros: alimentar constantemente al monstruo irracional de la post verdad, la publicidad y de los supuestos ideales que nos han sido impuestos por el capitalismo.


Entonces, estamos en contra de la postfotografía ¿no?


Pues no. No se puede, ni tiene mucho sentido, estar “en contra” de un fenómeno que permea a toda lo sociedad desde lo público y lo privado. Sí se puede, en cambio, buscar alternativas para aprovechar las condiciones actuales de tal forma que impulsen discursos y propuestas diferentes, y allí radica precisamente la importancia de la postfotografía para las artes.


©Richard Mosse, from Infra, 2012


La postfotografía de Joan Foncuberta


A mediados de los noventas, un representante de una reconocida empresa de telefonía le hizo una llamada a uno de los fotógrafos más importantes de la actualidad, y le preguntó qué opinaba él de que integraran una cámara en el próximo modelo de celular. El afamado artista respondió que le parecía una estupidez comparable con integrar una depiladora en un teléfono. Quizá hubiera dicho algo similar si le hubieran preguntado qué opinaba de ponerle internet a un móvil.


Años después, el incrédulo Joan Foncubert comprobó cómo el teléfono con cámara se convirtió, prácticamente, en el dispositivo más demandado por las masas. Quizá para contrarrestar el fallo de su intuición, o porque el tema realmente le apasionaba, dedicó buena parte de su carrera, precisamente, a explorar el extenso mundo que se abrió al democratizar de manera definitiva la imagen, su producción, su consumo y su distribución.


Algunos de los postulados de Foncuberta que vale la pena repasar para darnos una idea de los aspectos generales de la postfotografía son los siguientes:


  • No necesita, para nada, ser realista. La apariencia vale por sí misma, no como puente con la realidad.

  • Vivimos en un contexto de sobreproducción y reciclaje de imágenes que cobran valor como conjunto o masa.

  • La fotografía pasa de ser un registro de una vivencia, a configurarse como un lenguaje o acto comunicativo en sí mismo.

  • Actualmente, hay más oferta que demanda de imágenes, lo cual devalúa drásticamente el valor de cada fotografía.

  • Existe menos originalidad y más apropiación (o plagio).

  • Es más importante el potencial de circulación (viralidad) y la intención que el contenido mismo de la imagen.


©Joan Fontcuberta, from Gastropoda, 2013


La postfotografía en la construcción del individuo y la identidad


Como ya mencionamos, las imágenes que documentamos, editamos o reciclamos bajo nuestros propios criterios, construyen la idea que queremos proyectar para los demás, y en ese sentido, por mucho que vivamos en una época que aparentemente exalta la individualidad, no se trata de una idea estrictamente auténtica, sino que ha sido construida de acuerdo a las exigencia de los medios que determinan lo que deberíamos ser, lo que deberíamos pensar y, obviamente, la forma en la que deberíamos lucir. Se trata de un molde preconcebido en el que intersectan varios ejes que tienen cierto margen de juego, pero que no deja de ser una una estructura bastante rígida que esclaviza a la imagen a sus propios fines.


Al ser tan aparentemente sencillo y accesible replicar y consumir imágenes bajo esos criterios, y obtener de vuelta una serie interminable de recompensas simbólicas y entretenimiento, le damos, sin darnos cuenta, más fuerza y más poder a los intereses subyacentes.


Para ponerlo en términos menos complicados: tomarnos una selfie en nuestro mejor ángulo para obtener un montón de likes en redes puede ser muy satisfactorio. Pasar horas mirando imágenes super estéticas y super retocadas puede ser entretenido. Pero ni las selfies, por miles que tomemos, proyectan nuestro verdadero ser, ni el resto de las imágenes nos dan una idea realista o crítica del mundo. Simplemente nos subimos al barco para adaptarnos con el mínimo de cuestionamientos posibles al mundo digital y su “deber ser”.


Esta, sin embargo, no es ni mucho menos una postura pesimista frente a la postfotografía. Sólo una radiografía de una de sus caras más amplias. En la otra mano, tenemos una postfotografía que se rige bajo parámetros de cuestionamiento, libertad y rebeldía, y que encuentra en el terreno de la modernidad tecnológica herramientas invaluables para potencializar su alcance y proveer medios insospechados a la creatividad del artista.


En resumen, aquí la gran pregunta es: ¿cómo transformamos la producción y bombardeo infinito de imágenes, de combustible inagotable para las ideologías capitalistas, a estímulo para la creatividad y el florecimiento personal y social?


Y aquí es donde entras tú.



©Mishka Henner, from Fedlots, 2012


El papel del artista en la postfotografía


El artista, y en particular el fotógrafo, seguramente ya se estará preguntando para qué tanto empeño de la fotografía en consolidarse como un arte por derecho propio, si finalmente iba a terminar cediendo a la inercia mediática de consumo digital, incluso dentro de sus manifestaciones más “artísticas”. Incluso, dedicarse a la fotografía puede parecer hoy en día muy desalentador con esa enorme cantidad de competencia y presión desde todos los flancos.


Es prácticamente imposible abstraernos de los medios consolidados por la era digital. Pero necesitamos entender que lo que configura la dimensión artística de algo no es el medio, sino la intención (en conjunción armónica con el concepto y la técnica, claro está).


El fotógrafo artístico necesita adaptarse a su tiempo y comprenderlo para poder ir más allá y generar propuestas valiosas, pero en el fondo, la mecánica sigue siendo la misma: tener algo qué decir, un propósito claro y trascendente a partir de nuestra propia visión del mundo y de ejercitar de manera constante el músculo de la creatividad y la capacidad de “pensar fuera de la caja”.


Algunas preguntas clave sobre la postimagen


El proceso artístico en todas las disciplinas suele surgir y enriquecerse a partir de una o varias preguntas relevantes. Y alrededor de la postfotografía pueden hacerse preguntas prácticamente infinitas. Aquí te dejamos sólo algunas que te servirán tanto para reflexionar, como para comenzar a construir cuestionamientos propios y, finalmente, encontrar algunas de las inquietudes que pueden darle forma y sentido a tu desarrollo como artista visual.


1.- ¿Qué tan lejos puede llegar la tecnología generando automáticamente imágenes digitales que nos hagan sentir emociones determinadas, muy específicas y sofisticadas? ¿Qué ventajas y desventajas conllevaría una herramienta de este tipo?


2.- ¿Qué pasaría si hubiera un software lo bastante poderoso como para encontrar y analizar todas las imágenes digitales que existen sobre, por ejemplo, las sillas? ¿Sería este programa capaz de devolvernos un arquetipo abstracto o idea “pura” de lo que es “la silla”? ¿Y si buscáramos arquetipos más complejos, como la feminidad, el estatus o la alegría? ¿Qué crees que dirían Platón y otros filósofos al respecto?


3.- ¿Cuál es la relación entre imagen y realidad objetiva? ¿Una imagen es más legítima cuando nos muestra la realidad como es o cuando nos hace reflexionar sobre realidades posibles? ¿Lo más importante es documentar de forma objetiva, o transformar al espectador? ¿Es acaso posible capturar la realidad “tal y como es”?


4.- Recientemente, fue desarrollado por Google el prototipo de unos lentes inteligentes que también funcionan a modo de cámara y que permiten tomar fotografías y video para registrar todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Hasta dónde evolucionarán estos dispositivos? ¿Cuál será el papel de la fotografía cuando registremos prácticamente todo de manera automática, en video y a alta resolución?


5.- ¿Cómo afecta al fotógrafo artístico el hecho de que hoy en día cualquier persona pueda tomar fotografías con cámaras de buena calidad? ¿Qué valores artísticos están en riesgo en la era de la postfotografía? ¿Cómo te relacionas tú, como creador, con ella?


6.- ¿Qué hay de las imágenes “prohibidas”? ¿Cómo ha afectado la postfotografía al mundo visual de la pornografía, la violencia, la guerra, la pobreza, y todas esas cosas que no son “políticamente correctas”?


7.- Luego del fenómeno Snapchat, cada vez gana más popularidad en redes el tipo de contenido donde las imágenes o “historias” desaparecen luego de un rato de ser publicadas ¿Será esta una estrategia para estimular la urgencia del consumo ante algo que “dejará de estar disponible”? ¿Será, más bien, una respuesta inconsciente al exceso de acumulación documental gráfica? ¿Tendrá que ver con ambas cosas, o con otras distintas?


En Luz Viajera no tenemos, ni mucho menos, todas las respuestas, y estamos conscientes de que en la época de la postfotografía, los discursos aún están construyéndose. Y eso es justamente lo que hacemos: generar un espacio de aprendizaje multidisciplinario para que te desarrolles como artista, aprovechando todos los recursos tecnológicos disponibles, pero sin perder de vista la esencia constructivista y disciplinaria del arte.


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Referencias.


Post―Photography. The artist with a camera. Robert Shore

La furia de las imágenes. Joan Foncuberta

Postfotografía: informe especial. Oscarenfotos.com.

La cámara de Pandora. La fotografí@ después de la fotografía. Joan Foncuberta

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