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Videoarte en Latinoamérica: una mirada crítica para los nuevos creadores

Si eres un artista plástico en latinoamérica o aspiras a serlo, es muy probable que uno de tus objetivos sea expresar una propuesta estética y conceptual relevante desde tu individualidad, pero al mismo tiempo profundamente relacionada con quienes te rodean y con tu contexto histórico, político, cultural y social. Por ello, independientemente de cuál sea tu disciplina, y especialmente si se encuentra inserta en la categoría audiovisual, es fundamental que conozcas la herencia y el legado del videoarte que desde los años setentas lleva gestándose en el continente.


Si bien se trata de un medio relativamente joven en comparación con otros, como la televisión, no cabe duda que a poco tiempo de su nacimiento, y en combinación con las nuevas tecnologías y la ubicuidad de las redes, el formato de video (junto a su gemelo en tiempo real “el streaming”) ha ganado popularidad en tiempo récord y seguramente en cosa de unos años va a convertirse en la manera más efectiva y común para comunicar cualquier cosa. Así lo indican claramente las tendencias del marketing, la educación y el entretenimiento, entre otras.



Solo yo, Javier Calvo ( Costa Rica)


Y ¿qué papel tiene el artista visual en este discurso hegemónico del video, que pareciera tener que ver con todo, menos con el arte? Partamos de que, de inicio, el arte y el video tienen una relación estrecha prácticamente desde que los primeros equipos portátiles de video vieron la luz, sin embargo, la difusión que se le ha dado al video como medio y formato artístico en las últimas cuatro o cinco décadas ha sido más bien pobre, por ello, aunque existen infinidad de propuestas de videoarte muy valiosas y representativas, es perfectamente “normal” que la mayoría de la gente, e incluso muchos artistas de otras ramas no tengan una idea clara de lo que es y de los alcances que tiene.


Si algo caracteriza al arte en la modernidad es su cualidad de experimentación híbrida, su interdisciplinariedad y, sobre todo, su pugna por la legitimación de aquello que escapa a los estrictos controles y parámetros de los medios de comunicación masiva y del estado. Esta inercia experimental tiene mucho que ver con el parteaguas que representaron la fotografía, el cine, la televisión, el video (y su democratización casera) y, finalmente, el salto hacia las tecnologías digitales y el internet.


En cada uno de estos momentos, la responsabilidad de convertir estos nuevos medios en vías propicias para el arte recae precisamente sobre quienes se atreven a romper los moldes tradicionales del arte y a integrarlos con lo emergente, para evitar que queden obsoletos o en desuso, y generar un continuum a lo largo del cual las propuestas críticas, estéticas y revolucionarias pueda moverse hacia el futuro. Históricamente hablando, siempre que un nuevo medio o técnica de creación surge, normalmente lo que ocurre es que es absorbido y monopolizado por el estatus quo, y son los artistas quienes deben luchar contra esa fuerza totalizadora, ir contra corriente y utilizar estos mismos medios para promover otras realidades.


¿Por qué si el videoarte en Latinoamérica cuenta con tanto talento, casi no sabemos nada de él? ¿Cómo puede ayudar a generar un sentido crítico en las nuevas generaciones? ¿por qué si ahora todos pueden grabar video y editarlo en su celular, la gente prefiere crear contenido efímero y repetitivo en apps de moda? ¿Se puede hacer videoarte con Tik Tok, por ejemplo?


Estas son preguntas que vale mucho la pena hacer en nuestro quehacer artístico, porque estamos insertos en un contexto digital que permea cada parte de nuestra vida, y ya no podemos hacer oídos sordos ante él en aras de argumentos puristas. El videoarte en América Latina no sólo es una corriente underground y abstracta para los más audaces, es una oportunidad de cuestionar, transmitir y visibilizar las voces que generalmente no tienen espacios de expresión propios, y como tal, deberíamos aprovechar todo su potencial.





¿Qué es videoarte? ¿Cuándo surgió?


A finales de los setentas, el mundo estaba efervescente de entusiasmo ante la posibilidad de tener una cámara portátil que permitiera a las personas hacer sus propios videos. Principalmente, la gente comenzó a adquirirlos para suplir a la cámara fotográfica con la que hacían recuerdos familiares, y con el tiempo la “handycam”se volvió una infaltable en todas las bodas, vacaciones y fiestas infantiles.


Sin embargo, el otro gran nicho de mercado de la cámara portátil fueron los artistas visuales, que desde que se lanzó el primer modelo ya estaban haciendo lo necesario para adquirir uno por cualquier medio, y así poder comenzar a experimentar con nuevos lenguajes en movimiento donde ahora se podían conjugar lo visual, lo auditivo, lo temporal e incluso el propio cuerpo del artista, desligados de las estéticas y narrativas tradicionales del cine y la TV. Esto, en su concepción más amplia, es a lo que podemos llamar “videoarte”.



Coexistence, Donna Conlon (Panamá)


El videoarte primero floreció en países desarrollados en donde los artistas tenían una posibilidad real de conseguir el equipo. Y poco a poco fue llegando a América Latina. Hay que tomar en cuenta que el contexto social que vio nacer el videoarte aquí era muy distinto al que acontecían en Europa y en Estados Unidos, y una de las preocupaciones principales de la comunidad artística eran las dictaduras, la represión y la desigualdad social. Aunque es difícil determinar una frontera clara o una distinción de corrientes entre las expresiones locales y las del resto del mundo, es un hecho que estos temas son especialmente recurrentes, crudos y contestatarios en Latinoamérica.


Por otro lado, en América Latina las tecnologías de video no sólo tardaron más en volverse accesibles para los artistas, sino que en muchos casos, especialmente en zonas remotas, el acceso a ellas continuó siendo muy precario hasta el auge de los teléfonos inteligentes. Por ello, de la mano de una gran creatividad el videoarte en nuestro continente todavía conservó por muchos años la estética “retro” o “vintage” que caracteriza los equipos viejos y/o domésticos y las técnicas de edición rudimentarias.


Aún así, se logró la creación de piezas de calidad excepcional capaces de cuestionar los estereotipos impuestos por el colonialismo, el totalitarismo y el capitalismo feroz que caracterizan el tránsito hacia el nuevo siglo, y no pocas veces los artistas fueron fuertemente censurados, reprimidos y perseguidos, al igual que muchos fotógrafos que con sus obras denunciaban las atrocidades acometidas por el estado, incluyendo su total indiferencia ante las desigualdades social y la violencia.


No fue sino hasta mediados de los noventas que el videoarte pudo ingresar a un marco de apoyo y validación institucional, y aunque eso significó más apoyos para los artistas emergentes, muchos lamentaron que dejara de ser una propuesta radical y desligada de la llamada “burocracia del arte”. De algún modo, que fueran reconocidos por el sistema, también los convertía en parte del sistema al que se oponían, mermando buena parte del compromiso sociopolítico de izquierda que caracterizó a generaciones anteriores.





Las palabras de Rasheed Araeen definen muy bien el impulso contestatario del videoarte contra las instituciones y al deseo de imitar un estilo de vida occidental: “Si podemos dejar de pensar en Occidente como (…) el centro del mundo, entonces es posible despertar de esta hibernación y pensar y desarrollar un discurso que dé relieve o reconozca un agente social capaz de progreso, tanto material como filosóficamente, en la lucha de los campesinos desposeídos y los trabajadores explotados alrededor del mundo”.


Actualmente, el videoarte en América Latina todavía no cuenta con la difusión que debería tener, pero sin duda ya se han aperturado gran cantidad de propuestas, colectivos y exposiciones que lo resignifican y re-dignifican con un espacio propio. Entre las diversas obras y la infinidad de tratamientos y puntos de vista, podemos comprobar cómo se repiten los temas de la intolerancia, el consumismo, la violencia, la pobreza, el colonialismo, la migración, la marginalidad y, más recientemente, la sexualidad no normativa y la desigualdad de género.


Pero ¿sí es arte el videoarte? ¿Qué lo define como tal?


Es perfectamente válido y prudente que nos preguntemos si realizar una grabación y editarla cuenta como “hacer arte”, precísamente porque eso nos lleva a explorar los elementos que lo convierten en una disciplina audiovisual por derecho propio. A diferencia de otros medios, el videoarte no exige que se perfeccione un grado de maestría en un sólo formato, como el dibujo, la música o la composición, sino que implica un conocimiento poliédrico que permita integrar elementos diversos para poder aterrizar conceptos muy complejos. Además, dado que las posibilidades de edición son virtualmente infinitas, el creador cuenta con un margen mucho más amplio de libertad, pero al mismo tiempo depende casi única y exclusivamente de su intuición, su creatividad y la solidez con la que pueda sostenerse por sí misma su propuesta.


Según Ulrike Rosenbach, “el video no está cargado de la larga historia del arte en la cual los criterios de la calidad fueron determinados por los hombres por siglos casi sin excepción. Nos ofrece una hoja en blanco, fresca y relativamente libre de juicios formativos; es un campo amplio disponible para la experimentación”.


Siendo así, (y como con cualquier otra disciplina cuya consagración artística va más allá de la mera técnica) podemos concretar que cualquier video es una expresión de arte siempre y cuando transmita una propuesta estética, crítica y genuina, y aperture un diálogo sensible y relevante con el espectador. Obviamente vamos a encontrarnos con infinidad de videoclips que se nos presentan como “arte” y no son tal, ni de lejos, pero esa también es parte del trabajo del creador: aprender a diferenciar y desarrollar un ojo crítico.


Una peculiaridad del videoarte es la estrecha relación que tiene con el performance, de hecho, hay quienes opinan que prácticamente el uno no podría ser sin el otro. Siendo este último un acto artístico más que un objeto artístico, el video permitió capturar estos momentos y posteriormente, incluso convertirlos en parte de instalaciones o propuestas más complejas.


Ejemplos de videoarte latinoamericano


Ahora que ya tienes una idea más o menos clara de qué papel juega en las artes contemporáneas, la mejor manera de conocer más es sencillamente disfrutar del videoarte latinoamericano, así como podrías disfrutar del cine de culto o de una muestra de fotografía. Hemos seleccionado algunas obras destacadas para ti y las hemos categorizado por países, pero siempre puedes encontrar miles de videoartes en internet para profundizar tu investigación, inspirarte y obtener nuevas ideas.


Recuerda que “ver” de verdad es cuestionarte, tomar una postura y hacer preguntas. Por ello, te invitamos a que mires los videos de la selección mientras reflexionas sobre lo siguiente:


  • ¿De qué trata este video? ¿Qué es lo que el artista quiso transmitir?

  • ¿Qué me gusta de lo que veo y qué no me gusta? ¿por qué? ¿Tiene que ser bello o agradable para ser arte?

  • ¿Hay alguna cosa que yo hubiera hecho diferente? ¿cómo me gustaría abordar a mí esta idea?

  • ¿Puedo emular algunas de estas técnicas con la tecnología que tengo a la mano?

  • Si yo quisiera hacer un video artístico ¿qué elementos de esta muestra me gustaría tomar?

  • ¿Cuál es el tema que más resuena con mis intereses artísticos e inquietudes personales? ¿Cuántas formas diferentes de abordarlo me permitiría el videoarte?


Ejemplos de videoarte en México



Ejemplos de videoarte en Chile



Ejemplos de videoarte en Uruguay


Clemente Padín Aire


Ejemplos de videoarte en Argentina


Graciela Taquini- Granada



Recuerda que el Luz Viajera somos una academia de artes visuales en línea de vanguardia, no le tenemos miedo a las nuevas propuestas y tenemos cursos y diplomados de videoarte impartidos por expertos en la materia, y a un costo accesible para ti. Si te interesa el tema, no dejes de darte una vuelta por nuestro calendario académico, nos encantará que seas parte de nuestra comunidad de artistas.



 

Fuentes


http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-11912013000200005

Ver del video. Graciela Taquini. Centro de Estudios en Diseño y Comunicación 2007 Facultad de Diseño y Comunicación. Universidad de Palermo. Buenos Aires

https://videoperformance.org/2017/08/02/lo-filmico-y-lo-videografico/



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